Estaba tan inmensamente desesperado e indignado por oír las palabras que vendrían a continuación, que en ese mismo momento noté algo maravilloso: No tenía una mente. ¡Yo no tenía una mente! había desaparecido todo interés por investigar, argumentar o analizar: En ese momento yo sólo tenía oídos.
En ese momento le dije a mi amigo "espera, espera. No digas nada. He encontrado algo mucho mejor que tu verdad, y es este silencio que me predispone a escuchar. Ahora es más bello el silencio, por favor, no lo destruyas con tus palabras. Dejame regocijarme en esta paz... "
Desde entonces, nunca más oí su respuesta y nunca más me interesó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario