miércoles, 3 de abril de 2013

Sagrado encuentro: Ellas y ellos... y la percepción del verdadero Yo

[se sugiere bucear previamente en las publicaciones precedentes "Ellas" y "Ellos". Gracias]

El sagrado encuentro es el encuentro de 2 consciencias, que se convierten en 1 por sólo percibirse dentro de la misma y única realidad que es la Vida. Puede ser ellas con ellas o ellos con ellos, no tiene importancia el género, ya que la consciencia que finalmente todos saboreamos está más allá de esa distinción.
Sin embargo, en otra ocasión escribí sobre la experiencia del Yo verdadero según la vivencia un vehículo con carga masculina o con carga femenina. Y ahora quisiera desarrollar (sabiendo que será incompleto, siempre) algunas características de la relación entre el mundo femenino y el masculino, y la calma sagrada que se halla cuando ambas energias se vuelven conscientes de sí mismas, de ambas una de la otra y del Yo verdadero, permanente y universal al que ambos poseen acceso, y de hecho son eso en el núcleo.

¿Por qué Yo verdadero? ¿qué quiere decir?
El Yo verdadero se percibe al haber descartado todos nuestros adjetivos, características y cualidades. Por más profunda que sea la percepción de nuestro ser particular (personalidad, energia, ritmos, dones, potencialidades) nunca estaremos percibiendo el centro, es decir el verdadero Yo, porque siempre que nos refiramos a alguna característica personal o particular, no es ESO el centro... pues el centro, como dije, carece absolutamente de características. Y es por eso que todos y Todo lo comparten, porque allí está aquello que Es y no puede ser dicho, por no poder ser descrito.

Respecto a la carga femenina y masculina, éstas son las últimas capas y más profundas, que un sujeto puede conocer de sí mismo. Por eso, al dar un paso más profundo, al atravesar su natural condición, una persona consigue finalmente hallarse frente a su propia frente... es decir, frente a lo que Es y todos son... más allá de su masculinidad o femineidad... y de allí hacia arriba todas las características periféricas.

Cuando decimos "encuentro sagrado", la palabra 'encuentro' remite a un 'hacer', a una 'acción' que está por suceder, a algo que llevarán a cabo juntos aquellos que se encuentran. Esta es la dinámica de la palabra 'encuentro': algo que se desarrollará.Pero si hablamos de 'sagrado' ya no podemos referirnos a una acción, a un desarrollo, a lo que sucederá, a lo que se hará. Carece de relevancia la acción, ya que estamos viviendo en el terreno del íntimo Yo, centro de la Vida; desde ahí se es sí mismo, se es la verdad del momento presente, no hay una noción anticipada de "lo que debería hacerse" ahora.Pero, he aquí una trampita de la existencia y la percepción: el cristal a través del cual el "yo" personal ve al Yo verdadero.
La capa más cercana al Yo del Cosmos, es la instancia de la naturaleza íntima del vehículo cuerpo-mente, es decir lo femenino y lo masculino: esto esta en cada célula, pensamiento, emoción, proceso y percepción. Cada característica del sujeto está matizada y teñida por su condición: masculino o femenino.Así, incluso la percepción de lo Absoluto, de la Libertad, del Yo verdadero, resulta matizada por el género. Es decir, el inentendible despligue del tiempo, la práctica de la vida, la vivencia personal, continúa matizada por la carga femenina o masculina (dependiendo del sujeto) a pesar que se tenga conocimiento de la verdad de que Todo es Uno, más allá del género. Esto es paradójico, gracioso, y divertido.Si bien el Centro del ser ha obtenido pleno conocimiento de sí mismo, el cuerpo continúa en funcionamiento... y aquí está la clave: el cuerpo es un organismo dotado de información instintiva acorde a las energias, vivencias y experiencias no sólo de su actualidad, sino también de sus experiencias más recónditas: del polvo de la Tierra y las estrellas nos conformamos, y ese polvo lleva consigo su propia experiencia. Y al organizarse en un individuo, aún está allí, presente y palpitante. Entonces, aquí nos hallamos teniendo una experiencia corpórea dotada de vida y experiencias pasadas... y también tenemos la consciencia de nuestra más presente alerta sobre el núcleo del Ser.

¿Cómo, entonces, puede haber un Sagrado Encuentro de Ellas y Ellos?
Estando presentes a su particular modo de estar en el mundo.
El hecho de estar presentes mantiene la noción de su Yo verdadero... es decir lo que verdaderamente los unifica el uno con el otro. Una tontería sería aclarar que la sexualidad no conforma una vía verdadera de unificación. El acto sexual es una acción, y por eso no unifica. Lo que unifica es la noción del verdadero Yo.
Así, en esa noción, permanecer aún conscientes que el despliegue de la vida les continuará trayendo naturalmente emociones, pensamientos, intuiciones, ritmos y tiempos que provienen de su género: masculino o femenino.

Para concluir, aunque todos estos escritos necesitan un final abierto, el desplegue de la vida necesita de hombres y mujeres conscientes de sus cualidades íntimas; necesita que ellos y ellas estén presentes con sus modos de estar instintivos y no creer que así como ellos ven el mundo todo ser humano "normal" debería verlo. Ya no estamos hablando de condicionamientos psicológicos, sociales, económicos o culturales... todo eso ha sido trascendido... ahora estamos tratando el tema de la percepción más profunda que un ser humano puede alcanzar: su verdadera esencia y el conocimiento continuo del vehículo corpóreo que le fue otorgado.

Nada aporta al bienestar sagrado de mujeres y hombres, el estar en continua inconformidad e insatisfacción con lo que el otro género piensa y dice. Nada aporta criticar o culpar al otro. No se encuentra la satisfacción pensando que el modo en que yo concibo el mundo es algún tipo de parámetro desde el cual puedo juzgar la vida y los modos de otros seres humanos.
La comprensión y profundidad requiere un coraje pocas veces visto en el Universo.

Ellos... y la percepción del Verdadero Yo

Resulta curioso, la percepción de la "verdadera naturaleza" del Universo no es definida (descrita) de la misma manera por la sabiduría femenina y la masculina.

Entiendo a la "verdadera naturaleza" como la unión del "yo" personal con el único Yo del Cosmos.Parece ser que esa unión indivisible con la Vida se experimenta en el transcurso del tiempo de dos formas distintas: la femenina y la masculina.
Si bien pueden haber hombres con gran carga y características femeninas, y viceversa, mujeres con maneras, rasgos, gestos, procesos, tiempos masculinos; por lo general la mujer encarna la impronta femenina y el hombre los modos masculinos, y esto es así por el vehículo cuerpo-mente en el que habitan, entre otras condiciones.

La masculina: las cualidades del hombre, al tratarse de un cuerpo dotado de fuerza, rigidez, resistencia, extremidades mas bien de tamaños grandes; son características propicias para lidiar y aventurarse a enfrentar la vida externamente. Es decir, trepar árboles, escalar montañas, transportar peso, trabajar superficies, modificar, romper, disponer. Valerse para construir un refugio para sus compañías cercanas... y ya no hablamos sólo de fuerza fisica, sino también de las estrategias, técnicas, métodos, que se crean en el nivel mental-intelectual que son útiles para llevar a cabo las tareas que se ve, por naturaleza, diseñado y predispuesto a hacer. Así, se puede ver que la consciencia y la atención, en el énfasis masculino, se encuentra en la intención de moverse en el mundo, aventurarse en la vida, crear espacios fisicos, lidiar con problemas materiales... y en esta impronta, en la búsqueda de la estrategia, de la técnica, del perfeccionamiento del método, el hombre se halla pendiente de las experiencias pasadas y de las ponderaciones hacia el futuro. Su centro de desarrollo se posiciona en la intelectualización, el cálculo, el perfeccionamiento, trabaja en la validez de los procesos mentales en tanto instrumento para estar y desplegarse en el mundo.

Modo de vivir su verdadero Ser: Al recordar (descubrir, despertar a, encontrar) su verdadera naturaleza, el centro del cosmos, su yo esencial, el hombre se encuentra con una impresionante paradoja, por el simple hecho de que ha vivido pendiente de lo externo y sin ningún sentido de lo interno. Su modus operandi habia estado volcado en los fenómenos fisicos, extrovertido en el mundo del hacer y del perfeccionar. Por este motivo al encontrar su vedadera naturaleza (el Yo-Todo-Cosmos), tal forma de vida se halla frente a lo "inmejorable", "inmutable", "intratable", "inconmensurable". Nada se puede hacer con ello, y eso no se entiende. Además, se pierde la validez de sus métodos por haber cambiado, en un giro de °180, el objeto que el mundo Es. La mente, al no hallar una salida al dilema, se detiene, dejan de irrigarse pensamientos y muchos proceso psíquicos dejan de funcionar a causa del quiebre con el mundo de las formas y, por ende, las técnicas.

A modo de resumen (y dejando abierto el tema... muy abierto) la existencia masculina capta la luminosidad de su propio ser a traves de un modo de estar diseñado para resolver situaciones en un mundo externo que pierde consistencia hasta el grado 0°. Luego todo su modo de vida cae como el agua de un tsunami, repentinamente y sin vuelta atrás... todas sus creencias son inaplicables. Y junto con el mundo, su "yo" personal, mente y pensamientos también caen, dando una sensación profunda de vacío, de desaparición, de una Nada que resulta la mejor manera de explicar el Todo.

Ellas... y la percepción del Verdadero Yo


Resulta curioso, la percepción de la "verdadera naturaleza" del Universo no es definida (descrita) de la misma manera por la sabiduría femenina y la masculina.
Entiendo a la "verdadera naturaleza" como la unión del "yo" personal con el único Yo del Cosmos.  

Parece ser que esa unión indivisible con la Vida se experimenta en el transcurso del tiempo de dos formas distintas: la femenina y la masculina.
Si bien pueden haber hombres con gran carga y características femeninas, y viceversa, mujeres con maneras, rasgos, gestos, procesos, tiempos masculinos; por lo general la mujer encarna la impronta femenina y el hombre los modos masculinos, y esto es así por el vehículo cuerpo-mente en el que habitan, entre otras condiciones.

La Femenina: las cualidades de una mujer, al estar en el mundo como potencial portadora de vida, son matizadas por una sensibilidad que las dispone a oír y pecibir las manifestaciones dentro de su cuerpo. Cuando el útero concibe vida, la fisonomía y fisiología cambia: forma de percibir su propio cuerpo, forma de sentir tiempos y necesidades vitales, el sentir la saciedad, el descanso, la alegría, los dolores, las emociones. Durante el desarrollo del embrión, también se perciben sus movimientos, vibraciones, sus estados de animo, sus demandas... y toda la capacidad de atención, alerta y conciencia se centran naturalmente en el sensible espacio entre la pelvis y el ombligo.
Luego, sintiendo la ferocidad femenina, cuida a su hija/o. Esto la posiciona también en un estado de alerta, que está dirigido a las condiciones del entorno, el momento presente, lo que está aquí y ahora... en este sentido ella está enraizada en el mundo, firme, conectada, ésta es la mejor forma de asegurar el bienestar de su amada/o hoja/o.También, poseer un cuerpo acabado más bien por curvas, una dermis delicada, areas muy sensibles, músculos y articulaciones tendientes a la flexibilidad, son una indicación que el cuerpo (también el sistema nervioso y la mente) estan concebidos para la recepción profunda y precisa de estímulos y sensaciones, así también de emociones... a mi me gusta llamarlo "el jugo de la vida".                                                                                                                                                                                     
Modo de vivir su verdadero Ser: Al recordar (descubrir, despertar a, encontrar) su verdadera naturaleza, el centro del cosmos, su yo esencial, la mujer vive aún con mucha sensibilidad, ella no olvida "el jugo de la vida", el movimiento de la vida le afecta, le llega, ella aún sabe que está ahí recibiendo un despliegue de energias, toma aún mucha más conciencia de su cuerpo y de su forma de percibir a través de él. Sabe que lo mundano tiene mucha realidad, no lo descarta por menospreciarlo. Siente una realidad sagrada a través de los sentidos. No le urge necesidad de negar su cuerpo para describir la sacralidad de su ser más íntimo; más aún, siente que su cuerpo es muy importante... y rescata de él los valores de la sensibilidad, lentitud y compasión.                                                            
A modo de resumen (y dejando abierto el tema... muy abierto) la existencia femenina capta la luminosidad de su propio ser a través de un modo de estar diseñado para estar conectado con el movimiento, la mutación, el sentimiento, la fluidez de lo que está vivo, la sensibilidad de los sentidos, y a su vez la sencillez de éste aquí y ahora.